Cuando observamos a un cachorro con su madre, en un entorno adecuado donde ella puede atenderlo correctamente, podemos ver que desde las primeras semanas de vida ésta interviene para enseñar cuáles son los niveles óptimos de calma, o relajación, y de actividad, o excitación, para cada situación. Lo normal es que ella también intervenga para detener la sobreexcitación y nunca para interrumpir el descanso del cachorro; de esta forma le enseña autocontrol para que llegue a ser un perro adulto equilibrado.
En cambio, cuando observamos a los humanos con sus perros nos damos cuenta de que no percibimos del mismo modo la sobreexcitación e inicialmente no la valoramos como algo incorrecto o preocupante. Tampoco la detenemos porque a menudo nos causa alegría cuando la observamos (sólo hace falta ver a muchos guías tirando repetidamente la pelota a su perro para que corra detrás de ella) y sólo cuando ya la relación con nuestro perro se convierte en algo molesto decidimos intervenir porque asumimos que tenemos un problema. Podríamos afirmar que los humanos creemos que el saber relajarse es algo natural en el perro y no pensamos que quizá pueda necesitar aprender a descansar.
La importancia del descanso en perros
Para un perro el descanso no es únicamente estar dormido, también es estar relajado sin nada que hacer. Por su naturaleza, la necesidad de descanso de un perro es mucho mayor que la nuestra y deberemos tenerlo en cuenta si queremos que se recupere correctamente tras una actividad física o cognitiva (la falta de un descanso adecuado y necesario resulta ser la causa de muchos problemas de conducta como la ansiedad o la mala relación con el entorno). Siempre, tras una actividad física o una actividad intensa a nivel de estímulos, nuestro perro necesita un buen tiempo de descanso para reponerse. Por ejemplo, para iniciar una socialización óptima con otros perros será siempre preferible cortos períodos de tiempo y con individuos calmados, que un tiempo prolongado y con toda clase de caracteres por muy “buenos” que sean (lo estaremos sobreestimulando y, en consecuencia, sobreexcitando). Otro ejemplo también sería cuando le enseñamos una nueva habilidad. Cuando estemos en ello, procuraremos no alargar demasiado el período de práctica y le dejaremos descansar (de lo contrario, no asimilará lo aprendido e incluso rechazará volver a practicar).
Nuestros perros viven en un mundo donde nosotros les organizamos su tiempo, actividad y espacio en función de nuestro ritmo de vida. Somos su modelo de calma o estrés, todo lo que hacemos favorece o no el ser un perro equilibrado con el que ir a todas partes o un perro “incómodo” y sobreexcitado que seguramente no será aceptado por otros perros ni personas. En mi opinión, debemos enseñar a nuestros perros a descansar del mismo modo que les enseñamos a pasear sin estirar de la correa. Uno de los pilares de la educación canina es el descanso y, por desgracia, no se percibe con la misma importancia que la socialización o la obediencia.
Factores que ayudan a conseguir que descansen
Considerando esta importancia del descanso en la conducta de nuestro perro y el papel que nosotros tenemos, debemos tener en cuenta algunos aspectos que favorecen la calma como el entorno que le ofrecemos para relajarse o el tipo de relación que tenemos con nuestro perro.
El entorno principal de nuestros perros es nuestra casa, ya que pasan muchas horas en ella, y ésta debería ser un lugar tranquilo tal como sería el entorno de su guarida. Esto significa que no necesitará que llenemos la casa de juguetes que le estimulen continuamente, ni debemos ofrecerle la pelota o el hueso cada vez que nos encontremos con nuestro compañero. ¡Estar tranquilo no significa estar aburrido! El lugar donde ubicar su cama debería semejarse a lo que haría un perro en estado salvaje construyendo su madriguera: un sitio cómodo pero sobre todo con poco movimiento a su alrededor, no muy amplio, sin muchos ruidos y con buena visibilidad para sentirse seguro y poder descansar todos los días durante largos períodos de tiempo. Por tanto, en nuestra casa no ubicaremos su cama en la entrada del hogar (para evitar el sonido de vecinos, la escalera o el ascensor), tampoco en lugares de paso donde interrumpamos su descanso y tendremos en cuenta que tenga visibilidad suficiente para que se sienta próximo al resto de la familia. Un buen lugar sería ubicar su cama en un rincón de la sala de estar familiar, junto a la pared, para evitar que deba estar pendiente en todas direcciones y donde no le molestemos si nos movemos por la sala.
Por otro lado, en la relación con nuestro perro le podemos enseñar a disfrutar de momentos en los que estamos juntos, evitando que estar con nosotros sea sinónimo de actividad, es decir, podemos estar juntos sin necesidad de hacer nada en especial. Por ejemplo, podemos salir a dar un paseo y sentarnos juntos en un banco a observar el entorno en lugar de jugar a la pelota. También podemos realizar una excursión por la montaña y finalizar descansando un buen rato en ese mismo lugar.
Si acostumbramos a nuestro perro a niveles altos de excitación, lo estaremos preparando para ser un perro física y mentalmente sobreexcitado que necesitará cada vez más actividad y, cuando no la obtenga, aparecerán los problemas de conducta. Para una buena calidad de vida, debemos favorecer que el perro encuentre estímulos diversos pero también que encuentre con facilidad los momentos de descanso. Un perro excitado suele provocar conductas que provocan en nosotros continúas correcciones y demasiada atención, creando una relación incómoda y poco relajada. En cambio, un perro tranquilo y relajado sabrá autocontrolarse y ayudará a que tengamos una relación positiva y calmada.
¡Enseñemos a nuestros perros a saber descansar!