Todo el tiempo que llevo en el mundo canino y ejerciendo esta profesión me ha brindado la oportunidad de conocer muchas metodologías de educación canina. Con varias de ellas me he sentido muy identificada, mientras que con otras tantas no ha sido así.
De una manera u otra, no puedo evitar pensar en todos los responsables de perros que confían en toda la información que reciben por diferentes medios (libros, videos, redes sociales, etc.) y que se encuentran perdidos por no saber cuál sería el mejor procedimiento para educar a su tan amado compañero.
Quizás tú, que estás leyendo este artículo sin ser un profesional de la educación canina, entiendas de lo que te hablo. Si te has interesado por educar a tu perro y quieres lo mejor para él o ella, habrás podido comprobar que existe mucha información y hay muchas maneras de educarlo.
Habrás visto que hay metodologías de educación que defienden la corrección de la mala conducta desde un primer instante, mientras que otras defienden que nunca se debe corregir a un perro en ninguna circunstancia.
Es difícil afirmar que un método es mejor que otro porque cada caso y cada carácter es único y puede adaptarse mejor a uno u otro. Solo sé que los extremos no son buenos. Gracias a toda mi experiencia, con miles de casos a mis espaldas y tras analizar todos los estudios llevados a cabo dentro y fuera de nuestro país, tengo la capacidad de discriminar aquella información basada en datos empíricos y fundamentos más que demostrados de la que no.
El “Cómo” es más Importante que el “Qué”
¡La educación del perro no pasa por establecer unas premisas inamovibles del “qué hacer!”, sino que se basa sobre todo en determinar de forma correcta el “cómo hacerlo”. ¿Qué significa esto?
Durante muchos años nos han enseñado que existen unas leyes claras que debemos “imponer” a nuestro compañero; no dejar que pase antes que nosotros por las puertas, no dejarlo subir al sofá, no dejarlo subir a la cama, comer antes que él, etc. Son algunas de las reglas con las que siempre se ha pretendido marcar el “quién manda” en casa. Estas normas son rígidas y no siguen ninguna pauta demostrable sobre la relación que nuestro perro establece con nosotros, por lo que no las deberíamos tener en cuenta si queremos tener una convivencia perfecta con él.
Para el perro y su educación resulta mucho más interesante el “cómo lo educamos” y qué escuela escogemos para que nuestro día a día sea el mejor y podamos ser unos grandes guías para él.
En este artículo no quiero hablar de qué metodologías son las mejores. Lo que sí puedo recomendar es que se escoja la escuela que se escoja, ésta entre dentro de nuestros parámetros éticos y nos permita responder a todos los porqués que nos puedan surgir. Si los argumentos en los que se basan las pautas que te dan en la escuela que escoges son: “así él ve que tú mandas”, “así lo sometes a tus órdenes”, “así tú ganas”, “así tú estás por encima de él” o algo similar, entonces debes reconocer que vas a entrar en una “guerra” en la que el “ganador” será el que demuestre que puede someter al otro.
La jerarquía del perro no pasa, para nada, por estas premisas. El perro necesita a alguien a su lado que entienda su lenguaje, comprenda sus emociones y actúe como guía. Recuerda que, para Kanstak Educación Canina, un buen guía no es para nada alguien que quiere someter al otro. Un guía es aquel que tiene la capacidad de negociar utilizando el lenguaje del otro y provocar que lo sigan gracias a su seguridad y la coherencia de sus actos.
¿Qué sentirías tú si alguien te obligara a hacer cualquier cosa sin entender en absoluto el lenguaje del otro? ¿Qué sentirías si no entendieras nada de lo que está ocurriendo? ¿Y si te encontraras en un mundo totalmente desconocido donde el otro te sometiera constantemente provocando el miedo ante su presencia? No hay escuela en el mundo que pueda convencerme de que así estableceré una relación positiva con mi compañero de cuatro patas.
Por otro lado, ¿qué pasa cuando un individuo no tiene ningún tipo de límite en su vida? Si el perro viviera con sus padres o en un entorno más salvaje, ¿no tendría ninguna norma a seguir para poder convivir en sociedad? ¿Qué ocurre con todos los niños que han crecido sin límites y que de mayores se encuentran con una realidad que no se adapta a ellos y a su educación?
No poner límites a un individuo conlleva siempre el fracaso de ese individuo dentro de una sociedad. Si encima le sumamos el hecho de que nuestro perro debe convivir en una sociedad con unas normas para nada similares a las que tendría de forma natural, ¿crees que le hacemos algún favor al dejarle hacer todo lo que, por su naturaleza, quiera hacer?
Si tenemos en cuenta esto último, entendemos que no podemos educar a nadie que esté bajo nuestra responsabilidad sin explicarle lo que está permitido y lo que no en la sociedad en la que vive.
Para terminar, quiero hacer hincapié en que en nuestro trabajo la coherencia de la ética debe estar por encima del resultado “cueste lo que cueste” sin tener en cuenta los sentimientos de nuestro compañero. Él es nuestro compañero de vida y se merece a un guía que esté debidamente informado para ayudarle a convivir en una sociedad hecha por y para los humanos.
Un buen guía siempre tendrá la suficiente empatía como para poder entender los sentimientos del otro y adaptar su educación a las necesidades del mismo. No tiene sentido educar a un perro sin tener en cuenta su lenguaje, emociones o formas de actuar totalmente características y particulares de la especie.
Sonia Villalba
Directora General Kanstak Educación Canina
Si te interesó este artículo te invitamos a escuchar nuestro Podcast “Sintoniza con tu perro” donde hablamos de los Tipos de escuela de educación canina