Constantemente podemos escuchar frases como “El adiestramiento sólo se puede realizar con un perro cuando éste es cachorro.” “Hay que esperar a que el perro cumpla un año para empezar a adiestrar.” “El adiestramiento es para aquellos que tienen problemas con su perro.” “No se pueden enseñar trucos nuevos a un perro viejo.”
Nuestro entorno está plagado de ideas y creencias contradictorias que, a menudo, se basan en información anticuada y, a estas alturas, podríamos decir que hasta obsoleta. Es verdad que muchas personas acuden a un profesional de la educación canina en busca de consejos sobre adiestramiento tras haber adquirido a un cachorro, lo cual es ideal; cuanto antes empecemos la educación de nuestro cachorro, mucho mejor. Otras veces los propietarios se interesan por este tipo de servicio cuando están teniendo problemas con su compañero canino. El adiestramiento nos proporcionará herramientas de control y mejorará sustancialmente la relación con nuestro perro, sin duda, y después de un curso llevado a cabo satisfactoriamente podremos ‘presumir’ de perro; de lo bien que ejecuta las órdenes y de la atención que nos presta. Pero ¿hay algo más? ¿Qué ocurre cuando adiestramos a nuestro perro? ¿Deberíamos todos hacerlo? Si ya lo he hecho, ¿por qué debería seguir practicando?